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Sacando provecho a la lectura

Por P. Córdoba, en 15 de Febrero de 2008

Leyendo en autobus

Las encuestas indican que no leemos todo lo que sería recomendable, puesto que dedicamos más tiempo frente al televisor que delante de un libro. La rutina cotidiana del trabajo a casa y las prisas de ciudad, nos acaban entrenando en un ocio pasivo. Tan agotada está la gente, que cuando dispone de tiempo libre busca alguna afición que le distraiga, pero sin demasiado esfuerzo físico o mental.

Esta actitud deja en uno de los últimos lugares de la fila a la lectura. Por eso cuando el objetivo de leer ya es todo un logro, es todavía más difícil llegar a plantearse con sinceridad si sacamos provecho realmente de la lectura.
Si pedagógicamente se está insistiendo en que los juguetes sean educativos, es decir que el niño pueda aprender divirtiéndose, ¿por qué no aplicar esto a los adultos?, ¿es posible leer para entretenerse, y obtener un beneficio intelectual de la misma actividad?.

Creemos que esto no sólo es posible, sino que no depende tanto de la lectura en sí, como de la actitud del lector hacia el material que tiene delante. Aunque esa disposición hacia los libros no es algo que se adquiere de la noche a la mañana, hay pautas que pueden llevarse a cabo mientras abordamos la lectura de algunos de ellos, facilitando así el placer por leer al tiempo que un óptimo aprovechamiento del tema.

A continuación, os exponemos algunas de estas recomendaciones, esperando que puedan ser de utilidad:

ASIMILAR Y EMPATIZAR CON EL CLIMA PSICOLÓGICO.

Un cosa es la lectura crítica que generalmente se realiza cuando el objetivo es estudiar, investigar o trabajar, y otra muy distinta la que os invitamos a adoptar en los momentos en los que principalmente leemos por puro placer. En este segundo caso, proponemos fundirnos con los contenidos, empatizar con los personajes, visualizar geográficamente el escenario o la región que nos describen, sumergirnos mentalmente en la atmósfera, como si pudiéramos adentrarnos con una cámara oculta y respirar el mismo aire que en la novela se cuece.

Para todo esto hacen falta varias dosis de imaginación, concentración para no salirse de la escena, e intentar leer con todos los sentidos (escuchar los sonidos, percibir los olores, sentir las texturas, y degustar los platos como si estuviéramos sentados a la mesa). Si bien es verdad, que ayuda mucho el hecho de que el autor se haya recreado en detalles tan realistas, que sean capaces de transportar al que lee a otra época y lugar.

Una prueba de que hemos logrado hacerlo es mostrar dificultad para salir de ese mundo virtual, llegar al estado que se conoce por “abstracción” o “fluir”. No hay un ritmo prefijado de lectura, pues cada capítulo puede requerir uno distinto; al demandar detenerse en algunos renglones especialmente, volver a pasajes anteriores para relacionar, razonar, o buscar en el diccionario, mapas u otros medios de consulta si no entendiéramos algún concepto o quisiéramos ampliarlo. Esto nos lleva al punto siguiente.

ALCANZAR EL MÁXIMO BENEFICIO INTELECTUAL.

Sea cual sea la lectura, siempre hay algo que nos puede aportar y de lo que podemos aprender. En ocasiones, no es tanto por la información que nos presenta en sí, sino por lo que nos hace reflexionar, sirviéndonos de inspiración o estímulo para seguir documentándonos sobre ese tema.

Para extraer la mayor utilidad intelectual o educativa es fundamental detenernos algunas veces durante la lectura para complementar y contrastar algunos datos con otros libros de consulta. Si describe una región y su mar, puedo buscar en un atlas geográfico su situación; si alude a una civilización, puedo asesorarme sobre su cultura e historia; si no comprendo términos, buscar su significado, etc.

Frecuentemente se abandona una lectura porque o no se entienden determinadas expresiones del autor, o bien se desconocen datos para situarse y fundirse con la trama. El lenguaje medio coloquial, que se usa más cotidianamente, puede quedarse limitado a la hora de asimilar plenamente algunos capítulos, por lo que encontrar vocablos nuevos ha de verse como una oportunidad de potenciar nuestro léxico, no como un motivo para rendirse y cerrar el libro.
Sabemos que las obligaciones del día a día hacen que se lea en momentos de descanso laboral o en transportes públicos, donde es imposibles ir con diccionarios u otros libros de consulta, pero siempre podemos llevar con nosotros una mini-libreta y un lápiz para anotar lo que nos ha llamado la atención, divertido o sobre lo que tenemos dudas.

AUTOMOTIVARSE O EVITAR CANSARSE Y ABURRIRSE.

Puede ocurrir que las estanterías estén llenas, pero de libros de los que apenas se han leído las primeras páginas, desechados con la etiqueta de aburridos, sin pararse a pensar que la lectura puede hacerse cansada o insulsa no sólo por el contenido, sino por el sistema o técnica que empleemos.

Si se lee de forma superficial y extremadamente rápida como si hubiera que llegar pronto a la meta de la tapa del final, es probable que la mente no digiera profundamente los contenidos, y termine por desconectarse a la mínima distracción, o incluso a lanzarse automensajes negativos sobre la lectura. Haciendo esto, no es extraño que más de uno tenga que volver a releer varias veces el mismo párrafo, encogiéndose de hombros, al tiempo que piensa “eh?, ¡no me he enterado de nada!”

Leer no es recorrer las letras con los ojos, es aprehender, sorprenderse, interrogarse por el sentido de lo escrito. De ahí que sea de gran eficacia leer internamente, como si lo estuviéramos haciendo para un auditorio, con la entonación, pausas y signos de puntuación adecuados. Aunque no movamos lo labios obviamente, nos habrá movido y conmovido el alma.

Otra buena estrategia para motivarse es intentar asociar partes de lo que leemos a vivencias personales, aprendizajes previos u otras lecturas anteriores. Hacer una lectura activa implica recrearse en las palabras, en los diálogos, en la descripción de los personajes, etc. Algo que puede ayudar es hacer <a href="http://www.pagina2.es/foro/vi