La música y la enseñanza son los dos ejes sobre los que pivota la película de Christophe Barratier, Los chicos del coro. Es uno de esos films deliciosos, que dejan muy buen sabor de boca al público tanto por el contenido como por la forma. Se trata de una película interesante para abrir el debate en una clase de estudiantes adolescentes y de un buen ejemplo sobre la ecuación positiva en las aulas de las facultades de Magisterio.
Los chicos del coro nos invita a entrar en un orfanato y nos muestra el día a día que llevan los niños que viven allí. La premisa del director del centro es “acción, reacción”, lo que significa continuos castigos para los pequeños, horas en el calabozo, gritos sin razón y poco diálogo. La llegada de un nuevo vigilante al orfanato, Mathieu, les hará cambiar sus vidas.
Para él, es importante que los niños aprendan a respetar porque son respetados. Y ésta es la táctica que empieza a practicar. El recién llegado decide que tiene que crear un coro para que los niños puedan formarse también a través de la música. En este punto empieza la historia de la superación y del esfuerzo. Los chicos empiezan a sintonizar con el vigilante. Uno de estos niños del coro acabará convirtiéndose en un gran director de orquesta.
Es cierto que Los chicos del coro no parte de una idea original. Hay centenares de películas sobre la misma temática y también con ciertos elementos lacrimógenos. Pero gusta porque es quizá una de las primeras que trata la educación desde el ámbito musical. Transmite muchos valores.
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