Por todos es sabido que para aprender un idioma es necesario practicarlo, practicarlo y practicarlo. Es la mejor receta para conseguir hablarlo con fluidez. Un estudiante lo puede aprender sobre papel, practicar y hacer ejercicios, conocer la gramática al dedillo, pero no es suficiente. La prueba de fuego es ir a un país extranjero: si uno puede expresarse y comunicarse, la prueba está superada. Pero si no, ¿qué hacer?
Una muy buena idea es hacer un intercambio lingüístico. ¿Qué es? Consiste en quedar con una persona nativa y practicar ambos idiomas, el suyo y el tuyo. De esta forma los dos salís beneficiados. Por ejemplo, si se queda una hora para tomar un café, durante media hora se habla español para que la otra persona lo ponga en práctica y el tiempo restante, en inglés, en el caso que éste sea el otro idioma.
¿Dónde se organizan este tipo de intercambios? Hay bibliotecas o bares que un día a la semana citan a la gente para participar en este tipo de actividad. Se sientan en una gran mesa, como si de una torre de Babel se tratara y todos hablan, dan a conocer sus aficiones y sus gustos, presentan a su familia… en dos idiomas. Pero también se puede encontrar a través de páginas web como Loquo, en las que la gente cuelga sus anuncios reclamando una pareja lingüística.
Es cierto que no todas las experiencias son buenas porque cabe la posibilidad que no tengas nada en común con quienes te juntes para el intercambio. Eso significa no saber de qué hablar y pasar un rato muerto, sin ningún tipo de conversación. Pero en el caso contrario, puede resultar ser una de las mejores decisiones que hayas tomado: practicas el idioma, ganas un amigo extranjero y te introduces en otra cultura.
Foto1: Achichi
Foto2: Marco Anunziata
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