Educación vial, tarea de todos
07:00h Martes, 29 de abril de 2008
Hace poco, conversando con unos ex compañeros de escuela, salió el tema de la importancia de la educación vial desde instancias tempranas de la vida escolar y lamentablemente el tema surgió en un contexto oscuro, pues nos enteramos a través de terceros que uno de nuestros compañeros de carpeta en la escuela había fallecido hacía unos días en un terrible accidente de carretera. Como todos sabemos, la frecuencia de accidentes suele aumentar en los días de semana santa, como fue este caso. El hecho es que muchos factores confluyen en un accidente de tránsito, empezando por los conocimientos de seguridad vial que puedan tener los protagonistas, pasando por las variables externas que puedan existir en ese momento y terminando con la conciencia cívica y el comportamiento que cada uno pueda tener y, sobretodo, mantener en ese momento. Lo anecdótico del caso es que España es uno de los países que supuestamente más tradición tiene en el campo de la educación vial y sus propuestas, manuales e información en general, datan de comienzos del siglo veinte y vieron la luz prácticamente junto con el desarrollo de la industria automotriz en todo el mundo.
¿Entonces cómo se explica que tengamos una de las tasas de accidentes más altos en la actualidad? Quizá el tema pase por la crisis de valores que afecta a todo el mundo por igual y en la que una especie de modorra cívica se ha enquistado en nuestras conciencias. Los conocimientos están pero no los aplicamos o no los queremos aplicar y a veces el ritmo del mundo nos gana. Por ejemplo, uno ha tenido una semana de duro trabajo y lo que más quiere es divertirse un fin de semana y es muy probable que la diversión vaya de la mano del alcohol, pero a su vez este último elemento no se lleva bien con el arte de conducir un vehículo. ¿Cómo equilibrar estas variables? La presión parece estar por todos lados hacia donde miremos. En tal caso habría que apuntar hacia una reconstrucción de las bases. Sí, empezar con esta campaña de concientización en las escuelas pero no abandonarla a mitad de camino como se ha estado haciendo siempre sino que el refuerzo debe extenderse incluso más allá de la vida escolar, más allá de las autoescuelas, de la vida universitaria e incluso más allá.
Como decíamos líneas más arriba, la tradición española en el campo de la educación vial es mucha y fue la Psicología la que busco que enmarcar estas nuevas normas y criterios respecto de la materia que tratamos en este artículo. Quizá el primer antecedente lo encontremos en la década de los años veinte, más precisamente en el año 1921 con la Segunda Conferencia Internacional de Psicotecnia que se organizó en Barcelona. Transcurrió una década y en 1930, la sexta saga de estas conferencias internacionales dio un fruto muy importante dentro del marco de la educación vial no sólo para España sino para la comunidad internacional. En la mencionada Sexta Conferencia Internacional de psicotecnia se estableció que era un verdadero peligro otorgar permisos de conducir indiscriminadamente a personas que no estaban aptas para conducir vehículos y se propuso comenzar a efectuar rigurosos exámenes de tipo psicotécnicos para evaluar la idoneidad y la aptitud de los futuros conductores. En el tiempo se fueron sumando algunos criterios de evaluación que la hicieron más integral como aptitudes intelectuales, aptitudes psicomotoras, estilos cognitivos y hasta la personalidad el individuo. Se llegaron incluso a usar aparatos electro mecánicos para evaluar estas aptitudes hasta la década del 40. Sin embargo esto no pareció ser solución y el enfoque se desvió hacia el estudio de la correlación que existe entre los accidentes y la personalidad o los factores personales.
Así llegamos hasta nuestro presente en donde existe un consenso en cuanto a las consideraciones para un conductor. De este se dice que presenta una capacidad que es afectada en mayor o menor grado por el diseño tanto de la vía como del vehículo, por las leyes de tránsito y por las variables de tipo personal entre los que se encuentran los conocimientos de seguridad vial y los estímulos sensoriales. Pese a estas precisiones no se ha hecho mucho en materia de ecuación vial y los accidentes siguen en aumento. En este punto, es claro que el Estado debe mostrar una mayor agresividad en la implementación de cursos de educación vial que vayan desde los primeros años de la edad escolar y que se extiendan a lo largo de los años, abarcando institutos tecnológicos, universidades y por supuesto centros de trabajo. Viendo un poco más allá, estas medidas requerirían el paso previo de la capacitación. Sí, la adecuada formación de psicólogos que reciban cursos especializados en seguridad vial, por qué no una maestría en este tema. El trabajo conjunto del Ministerio de Educación junto con la Comisión Nacional de Circulación Vial debería concentrarse en la puesta a punto de este programa de Educación Vial que debe realizare en tres niveles distintos a saber.
El primer nivel básico es el cognoscitivo que engloba el conocimiento al revés y al derecho de las reglamentaciones que rigen el tránsito, así como el recuerdo y la discriminación de las señales. El segundo nivel sería el afectivo, circunscrito a aspectos motivacionales y en general a toda variable que pueda afectar la aptitud del conductor. Es en este segundo punto en el que se debe enfatizar la educación vial en las escuelas, con técnicas de refuerzo y castigo para el cumplimiento o incumplimiento de las normas de tránsito por parte de los niños. El tercer nivel correspondería a las conductas psicomotoras que deben alcanzar el grado de automatismo como respuesta a determinadas situaciones como cruzar una calle o toparse con un óvalo. Evidentemente esta es una labor en la que todos debemos participar, alumnos, maestros, padres y agentes de tránsito. Por supuesto el Estado debe ser el ente regulador y aplicar drásticas sanciones por el incumplimiento de las leyes de tránsito y ni qué decir de las penas para las personas que conduzcan en estado de ebriedad.
GRACIAS ESTO ME SIRVIO UN POCO