Todas las parejas se casan con el objetivo de tener hijos, eso lo tienen claro, pero los debates arrancan cuando no se sabe la cantidad de hijos que se va a tener. Seguramente el primer hijo cae por su propio peso pero después no se sabe qué camino tomar. Los padres se ponen a pensar si será conveniente tener más hijos o dedicar todo su esfuerzo a criar un hijo único. Algunos piensan en que sería bonito tener la parejita completa, como si fuese un juego de naipes. Otros se guían por los comentarios de la familia y amigos que les dicen que los hijos únicos por lo general son engreídos y egoístas. Las terceras personas parecen no conformarse nunca y después que ha llegado el segundo hijo le dirían si sólo piensa quedarse con dos aunque la parejita esté formada y si no es así le dirían que busqué la niña o el niño según sea el caso. Al final, esa búsqueda podría terminar en una tribu tan numerosa como la pandilla de Don Gato. Pero hay otras cosas que se deben valorar a la hora de tener hijos y no apresurarse en base a los comentarios de la gente y, siendo honestos, se deben analizar los mismos pensamientos de la pareja respecto a esto y saber diferenciar las voces.
Imagen tomada de Flickr por Sergio Madera
¿Realmente quieren tener más hijos o simplemente lo están haciendo para complacer a la familia? ¿Solamente quiero complacer a mi pareja? ¿Quiero darle un hermanito a mi hijo?
Quizá esos serían los pensamientos clave y que no son razón para embarcarse en la búsqueda de un segundo hijo. Si para procrear un hijo no se necesitó ni se pidió la intervención de terceros, la decisión de un segundo hijo tampoco debe pasar por allí. Es un hecho que, fundamentalmente debe desearse por sí mismo. Decir “quiero un segundo hijo”. Esa convicción suponme haber conversado con la pareja, que ambos estén de acuerdo y que estén seguros que existe el presupuesto familiar para hacerlo de la mejor manera, además del tiempo necesario para dedicarse a la crianza ya no de uno sino de dos hijos. Se debe planificar otras cosas como los espacios en casa, si los niños ocuparan un solo cuarto, hay que ir conversando en el trabajo para tener cierta flexibilidad. No se descarta los servicios de niñera, etc. Y a todo esto ¿qué tiene de malo un hijo único? Al parecer nada, sino que, simplemente, el rumor se estableció, y ahora se toma como premisa que el hijo único tiende al egoísmo.
Desde el punto de vista psicológico puede haber sustento ya que el niño necesita competir con otros niños. En efecto, el gran éxito de tener dos niños en casa es que ambos compiten por el amor de los padres, buscan una posición de honor en el corazón de ellos y en ese proceso pelean, discuten y siempre hay un ganador y un perdedor en los juegos. Eso es importante, que conozcan desde niño que en este mundo e gana y se pierde. Sin embargo, este escollo no es insalvable. Si no se puede tener otro hijo, por razones fisiológicas o económicas, los padres pueden incluir al hijo único en diversas actividades sociales junto a otros niños. Quizá puedan pasar bastante tiempo con sus primos, si es que los tiene, o asistir y hasta organizar reuniones sociales donde inviten constantemente a otros niños. Y lo ideal en estos casos es no intervenir cuando hay una pelea entre los niños, estos comportamientos de competencia son importantes para él. Si esto no es posible por razones de tiempo, espacio o dinero, se puede matricular al hijo único en una actividad que fomente la competitividad, por ejemplo la lucha libre o el atletismo.
Imagen tomada de Flickr por ixchel t
Al tiempo que esto va sucediendo, los padres también deben aprovechar para hacer su parte y tener sus propias actividades. Así evitarán volcarse sobre el hijo único y girar en torno a él ya que pueden caer en la sobreprotección lo cual es fatal y peor para un hijo único. Los hijos únicos tienen la gran ventaja del elemento contrastante sobre los niños que tienen hermanos. Estos últimos pueden estar en actividades con otros niños pero al llegar a casa siempre encontraran al menos otro niño –su hermano-. En el caso del hijo único llegará a casa y estará sólo. Al conocer de cerca la soledad, aprenderá a valorar las actividades sociales. Por otra parte, el estímulo de los padres hacia el hijo único hace que este sienta elevada autoestima, se valora a si mismo y se ha visto que su capacidad intelectual tiende a aumentar y es porque cuando es hora de estudiar es hora de estudiar y no hay otros niños en casa que lo distraigan. También se ha visto que los hijos únicos son niños muy seguros por la estrecha relación que guardan con los padres, además forman capacidad de liderazgo en sus personas. La perfecta balanza queda entonces en manos de los padres para alejar los fantasmas del capricho, el engreimiento y del egoísmo del hijo único.
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