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El amor en los tiempos del Sida

Por Arleco, en 14 de Octubre de 2008

Llevaba dos noches sin dormir cuando la conocí. Bebía ella una cerveza y fumaba un cigarrillo largo y delgado como sus dedos. Coqueteaba. Le hice el amago de un brindis desde mi mesa, sonrió y devolvió la venia complacida. Casi era media noche.

Foto: Enkarterri Gorria

Fue el inicio y me bastó dos horas para saberla ebria. Se embriagaba por desamor y yo tenía la inusual oportunidad de acostarme con ella esa noche. No era vulgar, sino delicada y fina en sus tratos, pero hablaba de sexo como si comentase el capítulo final de una novela. Con soltura y pasión desbordantes. Brotaba de sus labios esa naturalidad con la que los niños suelen cometer las travesuras.

El desenlace de esa noche fue anecdótico. Hace tan sólo 30 años no sucedía eso, a menos que la chica sea considerada como una mujer de la vida fácil. Pero los tiempos cambian y la sociedad también. Me pregunto si la educación tiene algo que ver en todo esto, y me respondo que sí.



Educar es un rol que a pocos se les hace sencillo desempeñar. Mamá y papá, sin haber sido preparados para ello, ensayan con los hijos que, casi ratones de laboratorio, resultan el experimento imperfecto en el que se prepara a los noveles ciudadanos para la vida.

Hasta la década del 70, el rol educador era tan complicado como hoy, pero un factor determinaba la pasividad de los aprendices: la tradición. La tradición entendida como aquello establecido como rol y por tanto, repetitivo, variable capaz de afirmar una determinada conducta sin mayores preguntas.

La mujercita de vestido, a jugar a la cocinita y a vivir para ser una buena madre, esposa y mujer de familia. El hombrecito en cambio, era instruido para sostener a esa familia, para el trabajo duro y las tareas importantes.

Pero esto fue cambiando y las mujeres tomaron un rol más activo en la sociedad, dejaron el mandil y se emprendieron ejecutivas. Los medios de comunicación impulsaron este fenómeno al notar una posibilidad de expansión de mercado, y otro nuevo fenómeno saltó a la palestra: la nueva sociedad de consumo.

Entonces el rol educativo de la familia como núcleo social, se trastornó hacia una diversificación de opciones. La tradición dejó de ser preponderante, la niña empezó a postergar su rol maternal para dedicarse a las empresas y los negocios, dejó de ser importante el matrimonio como institución, la virginidad perdió su característica sacra y el sexo se convirtió en un alegre tema de lonche.

Foto: Psicología en la Guía 2000

Entonces noches como la narrada resultan cada vez más comunes, cada vez el sexo se mediatiza como un deporte, uno que hay que practicarlo mucho, ya sea para relajarse, para divertirse o simplemente para no perder la alegre costumbre de gozo. Hoy las mujeres son más abiertas al tema y los jóvenes experimentan a corta edad lo que es interactuar con otro cuerpo sin mediar palabras.

Hoy también, en el mundo casi 40 millones de personas tiene Sida. Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida, se llama y resulta letal. La principal fuente de contagio: la actividad sexual. En América Latina 1,7 millones de personas han adquirido el virus.

Pero en una noche de copas, apuradas por alcohol y caricias, las estadísticas nos son indiferentes y sólo buscamos coronar la jornada con un amante a la medida. Basta con usar preservativo para quitar la preocupación de la cabeza. Quizá hasta que sea demasiado tarde para empezar a preocuparse.

El rol educativo en este caso, debiera centrarse a contrarrestar el temprano inicio sexual o acaso solamente limitarse a informar sobre los riesgos y las precauciones a tomar para no contagiarse del sida u otras enfermedades de transmisión sexual.

Hoy la virginidad antes de los quince años ya resulta un estorbo para cientos de jóvenes, el sexo se oferta por los medios de comunicación como si de cualquier artefacto se tratara. La estimulación y la tendencia hacia lo sexual es creciente. Es inevitable entonces pensar que el sexo sea tratado como antes, como un tema oscuro y prohibido.

¿Cuál es el rol educativo en estos casos? ¿Es acaso posible detener avalancha tan fuerte sobre la actividad sexual? ¿Es posible concientizar sobre los peligros de contagiarse con una enfermedad tan destructiva como el sida?

Algunos dicen que no es problema de educación, que no es algo que se enseñe o deba enseñar en las escuelas, sino que se aprende en la vida misma, mediante la experiencia. Y puede resultar cierto, nadie nos enseña como desenvolvernos en nuestra primera relación sexual, nadie nos dice como movernos, cada uno lo aprende.

Según esa idea, debemos esperar a no ser contagiados mientras experimentamos y parejas pasajeras cruzan nuestras vidas. Si somos afortunados habremos conocido los peligros del sida, habremos entendido los riesgos y las formas de evitarlo. Si la suerte no ha sido compañera, entonces ya será demasiado tarde. ¿Es factible correr ese riesgo?

Foto: <a href="http://www.facteurprod.fr/blog/images/sida.jpg