Al preguntar al alumnado por los criterios en los que se basan para elegir una película se constata la vigencia que sigue teniendo un mecanismo como el género un siglo después de su invención. Son muchos todavía los que antes que por los protagonistas preguntan si se trata de una de terror, de acción, o romántica.
Carlos Heredero y Antonio Santamarina establecen la noción de género con precisión en su ensayo “El cine negro”. Lo explican como un molde, un patrón de fabricación de películas, que sigue un modo de producción concreto, y que además se sustenta sobre la conexión con el imaginario de la audiencia.
Un ejercicio interesante en clase consiste en identificar las claves que nos permiten hablar de cine negro, ciencia ficción, melodramas, westerns … partiendo de pautas concretas como la estética predominante en cada uno, los personajes arquetípicos que encontramos, las estrategias y recursos narrativos, o la ambientación característica de sus obras paradigmáticas.
En este sentido recurrir a los clásicos, especialmente de la época dorada de Hollywoood, facilita la apreciación de las señas de identidad de cada uno de estos moldes, ya que entonces se aplicaba el canon genérico con más limpieza. Sin embargo, desde mediados del siglo XX es muy frecuente la hibridación, incorporando las películas elementos de géneros distintos.
Por ejemplo, Blade Runner que por su estética y ubicación temporal sería ciencia ficción, contiene elementos que nos remiten al western como el duelo final y la promesa de otro mundo lleno de oportunidades –como ocurría con el lejano oeste-, y al cine negro por su protagonista detectivesco, junto con una iluminación expresionista y una ambientación urbana y nocturna que configuran un retrato social marcado por la degradación.
También puede ser útil seleccionar diferentes obras de un mismo género para rastrear sus elementos comunes y así fijar los rasgos más característicos del mismo.
Foto: Grant Mitchell