Vanguardias: Avanzada de un grupo o movimiento ideológico, político, literario, artístico, etc. Esta es una de las definiciones de la RAE. Pero cuando se habla de vanguardias en el arte, se habla de mucho más que una simple definición enciclopédica.
Podríamos decir que a comienzos del siglo XX, el arte academicista ya estaba agotado. Los impresionistas, postimpresionistas, fauvistas, etc. ya había marcado el camino para que las vanguardias continuaran derecho y recto hasta la victoria. Pero en camino algo se perdió, o más bien, se transformó, y comenzaron los problemas. Con su estética anti-arte, su museofobia y su anhelo por unir el arte con la vida cotidiana, los artistas vanguardistas cruzaron los límites del arte que regían entonces vigente, hasta el punto de ver disolverse el propio concepto de arte en sus producciones estéticamente anestesiadas.
Piero Manozni, Mierda de artista en conserva, 1961
Foto: elconfidencial
Peter Bürger es uno de los teóricos más influyentes sobre el arte vanguardista. En su reconocida obra “Teoría de la vanguardia”, Bürger explica que el empleo del concepto “obra de arte”, referido a los productos de vanguardia, plantea algunos problemas. “Las únicas obras que cuentan hoy son aquellas que ya no son obras”. La enigmática sentencia de Theodor Adorno emplea el concepto de obra en un doble sentido: por un lado, en un sentido general; por otro, en el sentido de obra de arte orgánica, y es este concepto limitado el que destruye la vanguardia. En las obras orgánicas (simbólicas) la unidad de lo general y lo particular se da sin mediaciones; en las inorgánicas (alegóricas), por lo contrario, entre las que se encuentras las obras vanguardistas, hay mediación.
Los movimientos históricos de vanguardia desarrollaron actividades como los actos dadaístas cuyo propósito manifiesto era la provocación del público. En estos actos se trataba de la liquidación del arte como actividad separada de la praxis vital. Los movimientos de vanguardia se refieren negativamente a la categoría de obra. Cuando Duchamp firma un objeto cualquiera y lo envía a una exposición, se cuestiona provocativamente el concepto del arte, como creación individual de obras singulares; el acto de provocación mismo ocupa el puesto de la obra. La provocación de Duchamp se dirige en general contra la institución social del arte.
Bürger desarrolla su teoría en el año 1974, por lo que el arte estaba agonizando en su último gran movimiento: el arte conceptual. Bürger habla del posvanguardismo, y no de la transvanguardia que surge a finales de la década del ‘70 y continúa hasta hoy. Justamente, la posmodernidad se caracteriza por la ausencia de nuevos movimientos, es decir, el arte muere con el arte conceptual, lo que continua no es mas que relectura de estilos anteriores. Por lo tanto, la teoría de Bürger es tan contemporánea como el arte pop, el minimalismo, el arte conceptual, y todo los “viejos” estilos que hoy siguen apareciendo en forma de pastiche.
Para Bürger el arte se halla desde hace tiempo en una fase posvanguardiasta (70’s) que se caracteriza por la restauración de la categoría de obra y por la aplicación con fines artísticos de los procedimientos que la vanguardia ideó con intención antiartística. Así pues lo que refiere la categoría de obra no sólo es restaurado a partir del fracaso de la intención vanguardista de reintegrar el arte a la praxis vital, sino que incluso se amplía. El objet trouvé, la cosa que no es el resultado de un proceso de producción individual, sino el hallazgo fortuito en el cual se materializa la intención vanguardias de unión del arte y la praxis vital, hoy es reconocido como obra de arte. Este ha perdido su carácter antiartístico, se ha convertido en una obra autónoma que tiene un sitio, como las demás, en los muesos. La neovanguardia institucionaliza la vanguardia como arte y niega así las genuinas intenciones vanguardiastas. Las intenciones políticas de los movimientos vanguardistas no han sobrevivido, pero la vanguardia ha sido revolucionaria, pues ha destruido el concepto tradicional de obra orgánica y ha ofrecido otro en su lugar.
Adorno parte del conocimiento de que el arte del pasado sólo se puede comprender a la luz del arte moderno (Adorno llama “moderno” al arte producido desde Baudelaire). En el centro de la teoría de Adorno se encuentra la categoría de lo nuevo. “En una sociedad esencialmente no tradicionalista (o sea, la burguesa) la tradición estética es dudosa a priori. La autoridad de lo nuevo es la de lo históricamente necesario”. Adorno hace de lo nuevo la categoría del arte moderno (primera mitad del siglo XX), de la renovación de los temas, motivos y procedimientos artísticos establecidos por el desarrollo del arte desde la admisión de lo moderno.
Donald Judd, S/T, 1966
Foto: artintelligence
Lo que distingue la aplicación de la categoría de lo nuevo en lo moderno es la radicalidad de su ruptura con todo lo que hasta entonces se considera vigente; se niega la tradición del arte en su totalidad. No se le oculta a Adorno que la novedad es la etiqueta bajo la que el mercado ofrece siempre a los consumidores las misma mercancías. No debemos olvidar que Adorno es, junto a Horkheimer, el podre de “La dialéctica de la Ilustración” y el gestor del concepto de Industria Cultural. Para él, la categoría de lo nuevo es la necesaria duplicación en el ámbito artístico del fenómeno dominante en la sociedad de consumo; es preciso seducir siempre al comprador con el estímulo de la novedad del producto. El arte está sometido a esta presión. En la sociedad de consumo la categoría de lo nuevo se queda en la apariencia, no designa la esencia de la mercancía, sino la apariencia que se le impone artificialmente (pues lo nuevo en la mercancía es sólo la presentación). Cuando el arte se acomoda a esa superficialidad de la sociedad de consumo, hay que reconocer con pesar que debe servirse precisamente de tal mecanismo para oponer resistencia a la propia sociedad.
La resistencia que Adorno cree descubrir queda reservado al sujeto crítico, que en virtud de un pensamiento dialéctico puede percibir la positividad en lo negativo.
Los movimientos históricos de vanguardia pretenden romper con los sistemas de reproducción heredados y aspiran a la superación de la institución arte en general. Si nos gusta, bien, y si no, ¡mejor! Después de todo, de eso se trata.
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