En la primera parte, habíamos visto que Agnes Heller presenta la vida cotidiana como totalidad de las actividades que caracterizan las reproducciones singulares, productoras de la posibilidad permanente de la reproducción social, según las exigencias sociales. ¿Pero qué hay de la vida no cotidiana? La diferencia entre lo cotidiano y lo no cotidiano depende de los motivos de las acciones, orientadas a la satisfacción de la particularidad o de la especificidad. La vida cotidiana es la intersección de dos dimensiones: la natural y la social. A su vez, la social se diferencia en dos planos: el cotidiano (delimitado por un lado por lo “natural” y lo no-cotidiano y el no cotidiano) y lo no cotidiano. Estos límites son permeables y en permanente cambio. Así como lo no-cotidiano penetra y transforma lo cotidiano, incorporando nuevas necesidades en la vida social, lo cotidiano también penetra lo no-cotidiano, produciendo cambios y transformaciones a nivel de la estructura social (cambios económicos, sociales y políticos) Por ejemplo, en determinado momento histórico, algunas actividades, como los descubrimientos científicos, se “objetivan” en la dimensión no-cotidiana, que posteriormente –en una misma generación o a lo largo de varias- penetran en el torrente de la vida cotidiana como nuevas necesidades, modificando y transformándola.
Foto: arts.monash
Veamos algunas características y estructuras de la vida cotidiana, como la heterogeneidad de las actividades y su importancia o jerarquía. Ya que la vida cotidiana requiere tipos de actividades netamente heterogéneos (la organización del trabajo y de la vida privada, las distracciones y el descanso), en ella se desarrollan habilidades, aptitudes y sentimientos netamente heterogéneos. La forma concreta de la jerarquía no es eterna e inmutable, sino que se modifica según las diferentes estructuras económico-sociales.
Esta heterogeneidad se encuentra siempre organizada en un orden jerárquico, una escala socialmente construida que da cuenta de su importancia según el momento histórico y el grupo de referencia en el que el particular se encuentra.
La estructura de la vida cotidiana implica una interdependencia permanente entre la heterogeneidad y la jerarquía; ambas corresponden y expresan el modo en que los hombres organizan, producen y reproducen sus condiciones de existencia que permite la fluidez y continuidad de la producción y reproducción de lo social.
Se hacen también presente el conflicto entre la particularidad y la especificidad. En la vida cotidiana realizamos permanentes elecciones, algunas son cotidianas e intrascendentes desde el punto de vista moral y otras no. El conflicto en la vida cotidiana aparece cuando entra en colisión la particularidad con la especificidad, cuando los valores e intereses particulares se contraponen a los específico, aquí intervienen la ética como mecanismo de regulación. La moral desempeña dos funciones:
-La función inhibidora: se impone mientras la estructura de la vida cotidiana se encuentra caracterizada por la muda copresencia entre particularidad y especificidad. Los valores socialmente construidos se han internalizados y funcionan vetados los deseos particulares que atenten directamente contra el Nosotros.
-La función transformadora: es aquella que, a partir de un accionar consciente del hombre, hace que sus aspiraciones particulares se desarrollen en función de su dimensión específica.
Pero las pasiones y los sentimientos orientados al Yo no desaparecen, sino que se limitan a dirigirse hacia afuera. Las elecciones conscientemente orientadas desde la moral serán las que permitan la elevación de lo específico por sobre lo particular. Hablamos de una decisión que convierte al hombre entero en un individuo con conocimiento del propio Yo y conciencia de la especificidad, actuando a partir de valores genéricos o específicos. Heller lo denomina proceso de homogeneización. Dicho proceso implica concentrar toda nuestra atención sobre una sola cuestión, “suspender” cualquier otra y aplicar nuestra entera individualidad a la resolución de esa tarea. Presenta entonces tres momentos:
-La concentración de nuestra acción sobre una sola cuestión
-La suspensión de cualquier otra actividad para satisfaces esa tarea
-La aplicación de nuestra entera individualidad a la decisión
La existencia de este proceso es una clave de diferenciación entre lo cotidiano y lo no-cotidiano.
La elevación a lo no-cotidiano es un momento y al finalizar el hombre vuelve siempre a su cotidianeidad, pero enriquecido si este momento trasciende y tiene consecuencias duraderas en su vida cotidiana. Ser individuo es poder transformarse a sí mismo y al mundo en el que vive en forma permanente y progresiva, en una relación consciente con el Nosotros a partir de la cotidianeidad misma.
Heller señala que tanto la ciencia como el arte rompen con la tendencia espontánea del pensamiento cotidiano, orientado al Yo particular. El arte, porque es la autoconciencia y la memoria de la humanidad; la ciencia de la naturaleza por su efecto desantropomorfizador.
El divorcio entre particularidad y especificidad, y las limitaciones que asume el proceso de individualización son las