Un francés, un alemán y un español en un mismo apartamento están cocinando cada uno de ellos el plato típico de su país. Podría ser el inicio de uno de aquellos chistes tan típicos de los noventa, pero hoy en día es la descripción de la realidad de un piso de estudiantes Erasmus en cualquier país europeo.
El programa Erasmus es una iniciativa de la Unión Europea (UE) para fomentar la movilidad de los universitarios. El nombre proviene del humanista Erasmo de Rotterdam (1465-1536), un adversario infatigable del pensamiento dogmático. El espíritu europeo de integración pretendía acercar los estudiantes a Europa y Europa a los estudiantes, pero sobre todo lograr una convivencia entre jóvenes de muchos países.
El estudiante Erasmus recibe una beca para cursar un semestre o un año en otro país de la UE. Allí puede asistir a clases de su misma licenciatura u optar por completar los créditos de libre elección, decisión que evita tener que equiparar contenidos de materias. En el Erasmus, además de mejorar el currículum, el universitario aprende un idioma, amplía su universo cultural y acorta distancias con otras naciones.
El Erasmus surgió en 1987 y desde entonces hasta el 2000, un total de 750.000 estudiantes disfrutaron de la beca. El número de universitarios va en aumento porque el programa se hace cada vez más popular. Los que lo han vivido lo describen como “una experiencia inolvidable” y vuelven a su país sumergidos en la llamada “burbuja Erasmus”.
El director Cédrik Klapisch llevó por primera vez a la gran pantalla las situaciones que viven los estudiantes Erasmus. Se trata de la hilarante Una casa de locos, una recomendación para aquellos que quieren descubrir qué se esconde tras la etiqueta de programa Erasmus.
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