Qué tema! Poner límites a los pequeños, Para qué?, Porqué? Cuándo?, Cómo?
La necesidad de poner límites a nuestros hijos es fundamental para que ellos sepan que no todo está bien, que la vida tiene cauces y que la libertad hay que saber usarla.
Algo que ellos tienen que aprender desde que nacen es a entender que no todo lo que quieren lo pueden tener ya, a esto lo llamamos frustración.
Pensemos… las frustraciones son parte de nuestra vida, y éstas nos deben ayudar a crecer y a madurar, porque es imposible vivir sin ellas, pero sí sacar lo positivo.
Hay que aprender a esperar, y saber que no siempre se puede alcanzar lo que uno quiere. Esto es fundamental para un crecimiento sano y con criterio de realidad.
Los límites ayudan a tolerar las frustraciones, porque las consecuencias de no poder tolerarlas se observan en chicos caprichosos, ansiosos y que no “se bancan” perder.
La puesta de límites, también tiene que ver con el respeto a las normas, porque no se trata siempre de prohibiciones, sino de encauzar las conductas de los pequeños.
En última instancia se trata de transmitirles los valores que consideramos importantes en nuestra vida.
Claro está, que los límites deben ser coherentes, acordes a poder cumplirlos, ya que muchas veces ante una falta, les ponemos una penitencia que a la larga no podemos cumplir ni sostener….y ellos lo saben… y terminan “manejando” la situación.
Algo esencial que aprendí a través de los años es que un niño sin límites se siente a la deriva, sin un timón o guía:….abandonado.
Es importante que más allá de la edad del pequeño el fundamento del límite y de la penitencia esté, por supuesto acorde a lo que el niño pueda entender, y que por otro lado, la penitencia sea reparadora , esto es, que él aprenda algo de ella.
En realidad hay tanto que decir sobre este tema y cada aspecto daría para un artículo pero lo importante es que comprendamos que los límites son básicos desde los primeros años de vida para ayudar a crecer a nuestros hijos, ya que estos mismos o las normas que no les pongamos nosotros se los pondrá la sociedad. No debemos olvidarnos que los primeros educadores son los padres.
A menudo los padres asocian la puesta de límites a sus hijos como una actitud de represión, censura y prohibición. A su vez temen a las reacciones de los niños frente a la puesta de límites, ya sea porque éstos reaccionan con rabietas o porque piensan que frustrarlos implica un grave daño psíquico.
El límite es una manera de proteger al niño Esto lleva muchas veces a los padres a manejarse con conductas de laissez-faire, permisivas, relajadas, buscando la inmediata satisfacción, respondiendo al problema de los niños, ya sea para conformarlos o para acallarlos, transformándolos en pequeños tiranos. Estas actitudes de los padres mantienen la ilusión de que ellos tienen la posibilidad de darles todo a los hijos.
Dicha connotación negativa probablemente se deba al desconocimiento del aspecto esencial de la puesta de límites: establecer un lugar intermedio entre el laissez-faire y la represión: el límite tiene un carácter dual que por un lado prohíbe, pero por otro, permite.
Entonces, la puesta de límites funciona como regulación, contención, marco de confianza y seguridad que a través de ella se puede transmitir.
Poner límites es decir no, porque no todo es posible. El enojo y la frustración son constitutivos de la personalidad del niño, introducen el tiempo de la espera, donde no todo puede ser satisfecho inmediatamente. No hacerlo puede tener consecuencias importantes.
Poner límites es una cuestión de autoridad, que no debe confundirse con autoritarismo: retos, castigos y penitencias, responden a otras cuestiones, nunca son verdaderos límites. Cuando se impone un límite con exceso de severidad, de una manera inflexible, más que ayudar al niño, se lo restringe en sus posibilidades.
El límite no es una descarga verbal de gritos e insultos, de padres irritados frente a la demanda insistente del niño. El niño -con su conducta desbordada- está pidiendo que se lo contenga, que un adulto pueda frenarlo, un adulto; que lo limite y lo asegure.
Nunca será suficiente subrayar la importancia de la primer etapa de vida del niño, tan frágil y tan receptiva, sus tempranas experiencias, sus adquisiciones. Allí es donde comienzan los primeros aprendizajes de los límites para el dominio de los impulsos.
Es importante la reflexión adulta de los padres y su transmisión a las otras personas que tienen a cargo el cuidado del niño para establecer una postura coherente. Si un adulto; puesto en un determinado momento se transforma en un problema; frente a la insistencia del niño -porque resulta difícil sostener la postura inicial-, el niño estará recibiendo un doble mensaje que lo dejará sumido en una confusión perturbadora.
Es común que los niños deseen y pidan cosas en todo momento; también es cierto que no es posible satisfacerlos siempre, es una ilusión y sería totalmente perjudicial para la salud mental del niño si uno pudiera hacerlo.
Si un niño intenta tocar la estufa encendida, será advertido por la madre con un grito; claro, firme y decidido; luego repetirá su tentativa, procurando averiguar si el padre también lo frena; más adelante procederá igual frente a otro tipo de aprendizaje o al aprendizaje escolar. Por lo tanto, la puesta de límites debe ser compartida y acordada entre los adultos y sostenida en el tiempo. El niño necesita de la experiencia de ver confirmado por los adultos lo que se le acaba de transmitir.
Sucede que a veces los niños no aceptan las explicaciones, pero un “no” puesto con decisión y firmeza desde los padres es aceptado y resulta tranquilizador y pacificante.
El padre con autoridad es aquél que escucha al niño, a quien considera y respeta en su condición de tal, que no toma decisiones a la ligera sino en función de su cuidado y bienestar.
1 Comentario en “Poner límites a los hijos”
me resulta interesenta el tema de uesta de limites me encantaria que me recomienden alguna lectura y/o libre acerca de esto. desde ya muchas gracias