Si estás leyendo este artículo y has llegado hasta este blog, es que de alguna manera estás interesado en la educación y en seguir aprendiendo. No importa la edad que tengas, ni el rol que ocupes en la sociedad, te habrás dado cuenta de que hoy en día es muy difícil desenvolverse en la cotidianeidad de una ciudad sin estudiar. Y no nos estamos refiriendo solamente al hecho de tener un título o certificado académico que acredite que has estado matriculado en un centro educativo y que has logrado con éxito superar los exámenes correspondientes, vamos más allá de estos logros, hablamos de la disposición a estudiar entendida como actitud positiva hacia el aprendizaje, la curiosidad, la motivación por saber y conocer más sobre algo. Esa tendencia a indagar y a explorar con la que nacemos todos los seres humanos y que nos hace desarrollar nuestra inteligencia, al tiempo que posibilita el cambio en las civilizaciones y sociedades.
Cuando el hombre ignora esta necesidad de conocimiento, está limitándose a sí mismo a llevar una vida parcial (a medias), porque en el fondo se habrá acostumbrado a pasar de puntillas, a ver sin mirar, a oír sin escuchar, a vivir sin saber o interrogarse. Esta versión anodina de la existencia, en la que el aprendizaje está ausente, es prácticamente imposible que se de en la actualidad. Las sociedades modernas exigen el reciclaje de los conocimientos continuamente, demandan de nosotros una ampliación y renovación de capacidades y habilidades para afrontar los nuevos retos tecnológicos, económicos y políticos que nos está tocando vivir.
Si algún alumno, todavía aburrido y sentado en su pupitre, se pregunta por qué y para qué estudiar, le recomendamos enérgicamente que salga ahora mismo a la calle simplemente a observar el funcionamiento de su ciudad, su pueblo, su barrio, sus comercios, sus transportes públicos, sus instalaciones de gas, sus centros sanitarios, etc. Basta con asistir como espectador pasivo al engranaje de tecnología y servicios que aumenta nuestra calidad de vida en algunos casos, y en otros garantiza nuestra supervivencia, para entender que alguien decidió estudiar e investigar sobre todas y cada una de esas prestaciones para dotar de utilidad a su existencia y de beneficios a la de los demás. Cuanto más desarrollado está un país, más preparación necesita de sus ciudadanos. Tenemos la obligación moral de contribuir con nuestro esfuerzo al desarrollo de la sociedad de la que formamos parte. No podremos aportar nada que no hayamos cultivado antes. Este deseo de proyectar con sentido y positividad un futuro de todos, quizá pueda responder al para qué estudiar.
El por qué merece una reflexión más individual, pues lo encontramos cuando relacionamos el aprendizaje con alguna necesidad o interés personal. Puedes estudiar porque:
- quieres saber más acerca de lo que te ocultan, distorsionan o camuflan. Sin aprender, investigar o estudiar, no podrás formarte un pensamiento crítico y libre. No opines de oídas, sumérgete en el descubrimiento y en el aprendizaje para tener ideas propias.
- intuyes que más allá de lo aparente, tangible y cercano, hay otra realidad, otras culturas y opciones que explorar, explicar y conocer.
- cuando ignoras, te sientes más vulnerable, perdido y confuso. El conocimiento te da autonomía, te permite valerte por ti mismo, te concede seguridad y herramientas para afrontar los obstáculos más eficazmente.
- deseas ayudar a los demás o contribuir a consolidar algún proyecto de equipo de tu ciudad, de tu país o del mundo, y sabes que primero has de formarte para poder transmitir, dar apoyo y ser útil.
- eres consciente de los cambios a los que estamos sometidos, y quieres formar parte del proceso activamente, dejar tu huella, poner de ti mismo en la evolución.
Muchas veces lo importante no es lo que hacemos, sino el motivo por el que lo hacemos, y si estudiamos por razones insanas con tintes de coerción o insípida costumbre, en el fondo estaremos interiorizando una ingesta pasiva de conocimiento que según entra, sale de nuestra mente, sin dejar rastro. Entre estos motivos artificiales encontraríamos: conseguir un premio o evitar un castigo, por obligación o presión de alguien, para complacer a padres y profesores, para superar exclusivamente un examen y obtener buenas calificaciones, para ganar mucho dinero, etc. No es malo estudiar con incentivos, pero hacer de éstos la única motivación hará que ésta acabe perdiéndose o vendiéndose al mejor postor.
Si con estas líneas hemos conseguido despertar en ti algo de ilusión por el aprendizaje, entonces es un buen momento para que tengas en cuenta que, además de querer estudiar, es necesario poder y saber.
- Poder. En este sentido hace falta que el ambiente familiar y socioeconómico facilite unos mínimos recursos educativos, que desgraciadamente aún hoy en muchos países siguen siendo escasos. Piensa la cantidad de personas que están en desventaja con respecto a ti, que están privados del derecho a estudiar (personas enfermas, niños que trabajan) y que no tienen las mismas oportunidades por lo tanto de integrarse en la sociedad actual. Si no es tu caso, eres afortunado por vivir en un lugar que te ofrece posibilidades educativas. Es decisión tuya el beneficiarte o no de ellas.
- Saber. Aunque parezca paradójico, a veces es preciso empezar aprendiendo a aprender, porque estudiar implica dominar unas destrezas, técnicas y estrategias de estudio determinadas: selección de información, resúmenes, esquemas, mapas conceptuales, estrategias de resolución de problemas, etc. A pesar de querer y poder, si no sabemos cómo estudiar tampoco aprovecharemos realmente la enseñanza que nos prestan.Foto: vodoo
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