El siglo XIX y XX presenció la aparición de instituciones de asistencia asistencia heterogénea a sordos, ciegos, enfermos, retrasados y enfermos mentales etc llevando a la generación de diversos modelos que aún hoy persisten.
La integración de personas con discapacidad en la educación comenzó a dar tímidos pasos en este periodo.
John Wilhem Klein, inicia en Austria en 1810, una campaña para promover la educación de los ciegos en las escuelas ordinarias. En 1842 en la Baja Austria se emite un decreto que reconoce que los ciegos, son sacados de sus comunidades y transferidos hacia ambientes institucionales que les extraños. De ahí que es una necesidad obvia que los niños ciegos sean educados, de acuerdo con sus necesidades, en su hogar o en la escuela de su comunidad.
Tiempo antes, en 1794, nace en una familia irlandesa, John Conolly. Médico y defensor de la medicina social, creará un dispensario para personas sin hogar mientras ataca el libre ejercicio de la profesión dedicandose al mismo tiempo a la enseñanza y la investigación. En 1816 se hace psiquiatra entre los años 1824 y 1828 es inspector de las instituciones para enfermos mentales en Warwirckshire, Inglaterra.
Conolly queda horrorizado por la situación de las personas institucionalizadas y en 1830 publicará un libro con el subitutlo de “Con sugerencias para una mejor protección y tratamiento del enfermo mental”. El libro establecerá una serie de puntos que revolucionaran, para la época, el tratamiento de los enfermos mentales. Algunos de estos puntos son:
- La enfermedad mental no es en si razón para el aislamiento.
- Cada manicomio debe convertirse en una escuela de instrucción para estudiantes de medicina y un lugar de educación para enfermos.
- Cada manicomio debe preocuparse por el bienestar del enfermo en la comunidad, en colaboración con los médicos de medicina general.
Conolly pone de relieve la necesidad de la medicina extra y poshospitalaria, iniciando la abolición de restricciones como el aislamiento, la privación de objetos, … y al mismo tiempo creando conciencia de que el problema de los enfermos mentales es no sólo psiquiátrico sino también social y económico. Posteriormente, en 1839, será nombrado director del manicomio de Hanwell y publicara un nuevo libro titulado “The Tretment of the insanity without Mechanical restraints” en 1856.
Con todo y a pesar de los buenos resultados obtenidos, Conolly será acusado de charlatanería y de desafiar a la opinión pública lo que provocará su posterior dimisión.
Alexander Graham Bell, en Estados Unidos, defenderá la idea de que los niños con discapacidades deben ser educados en escuelas especiales ubicadas dentro de sus comunidades y evitar de esta forma estraer a los niños de estas y ser institucionalizados. Para ello, se forma la National Eduication Association, y de aquí, se deriva el Departamento de Educación Especial, en 1902, que aún continua en funcionando en Estados Unidos.
De esta forma se entra en la era de las escuelas de educación especial.
Con la irrupción de las escuelas de educación especial comienza una nueva época para el tratamiento de estos pacientes lo cual no significa que durante el periodo de 1800 a 1900 no existiesen este tipo de escuelas. Existian ciertamente escuelas especiales para ciegos y sordos, pero estas constituian mas una vanguardia que una línea de pensamiento que hubieran hechado raices.
Por ejemplo, Dinamarca abrió su primera escuela (privada) para niños con retraso mental en 1885. Sin embargo, esta educación especial no comienza a generalizarse hasta principios del siglo XX. Otros niños con minusvalías múltiples no tenían una gran esperanzan de vida, caso de los paralíticos cerebrales, por lo que su número por entonces no alcanzaba al de hoy.
Gracias a la invención de la válvula de Spitz-Holter, en 1952, los niños con espina bífida abierta, comenzaron a ser más numerosos. Antes de dicha invención, los niños morían en un altísimo número como consecuencia de la hidrocefalia. De la misma forma la era de los antibióticos fue decisiva para su supervivencia.
Con el paso del tiempo a partir del año 1900 y con la ampliación de la escolarización, se empezaron a darse mayor cantidad de casos de niños que tenían dificultades a la hora de seguir el ritmo de la clase con respecto a sus compañeros. En ese momento ya no eran la grandes minusvalías tan patentes que habían sido detectadas con anterioridad. En este caso eran chicos y chicas con conductas anómalas, que no aprendían a leer ni las nociones esenciales de cálculo.
A pesar de ello, se comprendió que que incluso aquellos niños tenían capacidad de aprender dentro de unos límites y entonces empezaron a surgir nuevas escuelas de educación especial. En España, por ejemplo, se reconocieron oficialmente las nuevas necesidades educacionales de niños con retrasos mentales en el año 1923. En este año se abrió en Madrid el primer centro educativo aunque en 1908, Barcelona ya disfrutara de una escuela privada para retrasados mentales.
Las clases especiales comenzaron a proliferar y apareció la figura del profesor de educación especial. Al mismo tiempo surge la consciencia de que las necesidades especiales que presentaban muchos niños eran muy diversas y que a los clásicos grupos de ciegos, sordos y retrasados mentales se iban a añadir muchos más grupos.
Se establecieron nuevos grupos en los que se encuadraban niños autistas, paralíticos cerebrales, niños con espina bífida. A otros niños se les paso a denominar niños con “trastornos del aprendizaje”, así como otras clasificaciones más. Han existido y existen defensores de escuelas especiales para niños hemofílicos, niños excepcionalmente dotados, … movimientos para la reagrupación y detractores de la misma.
El auge de las escuelas especiales que ha vivido el siglo XX, sigue estando de plena actualidad en países europeos que han tenido un grave estancamiento social producto de un pensamiento social e institucional. En otros países del mundo apenas se ha iniciado producto de otro tipo de causas más complejas.
A pesar de todo, todavía en nuestros días, en nuestros hospitales psiquiátricos, encontramos a personas seniles y retrasados mentales que aunque no comparten pabellones, si se encuentran dentro de las mismas verjas y rodeados de los mismos jardines de antaño, todo ello si tienen “suerte”. En el peor de los casos los pacientes “disfrutan” de grandes periodos de televisión con los contenidos más variopintos cuyo efecto sedante en ellos es el mismo que el que tiene en muchas personas consideradas “normales”.
FUENTES:
El lenguaje oral en la escuela. Condiciones para su adquisición. Carmen Rui - Tilve Arias
Comentarios de “Breve historia de la integración en la educación de personas con necesidades especiales. Parte II”
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